Desilusión, todo ser humano ha sufrido una
desilusión, pero es mucho más grave cuando Dios es quien “nos desilusiona”.
Todos tenemos anhelos, sueños, todos amamos a
alguien, nos esforzamos por cumplir nuestras metas o ser “felices”. Y
dependiendo de cuán importante sea para nosotros algún proyecto, persona u
objetivo, sino logramos lo que deseamos será más fuerte la desilusión.
Y es que hay experiencias en nuestra vida que
quisiéramos evitar pero como humanos somos tan frágiles que es inevitable que
vivamos sucesos dolorosos.
Ya sea por nuestra ignorancia de las decisiones
de Dios (nunca vamos a conocer plenamente a Dios) o porque al estar viviendo
una experiencia muy desagradable buscamos a Dios y no encontramos ninguna
respuesta, al fin de tantas muchos han llegado a cuestionarse sobre si Dios en
realidad existe.
El Señor ha dicho: «Mis pensamientos no son los
pensamientos de ustedes, ni son sus caminos mis caminos. Así como los cielos son
más altos que la tierra, también mis caminos y mis pensamientos son más altos
que los caminos y pensamientos de ustedes. IS.
55.8-9. RVC
Yo
no puedo entender el dolor de perder a un ser muy amado porque murió
repentinamente, perder un trabajo que sirve de sustento para la familia o
recibir la noticia de una enfermedad grave y terminal; no puedo entender su
dolor ni los puedo juzgar de estar molestos con Dios del porqué Él no evito esa
muerte, ni guardo la fuente de ingresos o sanó esa enfermedad; yo no he pasado
por nada de eso; aunque yo diga hoy por hoy que yo nunca me molestaría con
Dios, ¡y ojala que así sea siempre! Pero los golpes tan fuertes que podemos
sufrir nos pueden cambiar y endurecer nuestro corazón.
Lo
“bueno” de todo esto, que Dios es “maduro” y entiende a sus hijos; sabe que nos
molestamos, entristecemos, cuestionamos, dudamos, nos debilitamos… El es capaz
de sobrellevar todo el enojo de sus hijos y cambiarlo por gozo, al final de
tantas Él siempre tendrá la razón.
Como
personas nunca podremos saber el futuro, aunque algunos pretendan conocerlo –pobres
ignorantes– es como si fuéramos “miopes” hacia el futuro y Dios que no está
gobernado por el tiempo es lo mismo el pasado, presente y futuro. Dios no hace
cosas sin sentido, no es por dañarnos que permite circunstancias muy duras en
nuestra vida y aunque todo ese proceso es doloroso –demasiado diría yo– como
Jesús le dijo a Pedro, hoy nos lo dice a nosotros: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después. JN. 13.7.
Y
aunque en esta vida mortal, no lo entenderemos todo, si estoy seguro que
tendremos “luces” de lo que Dios hace en nuestra vida, pero será cuando estemos
con Él que entenderemos a plenitud las acciones que El Señor tomó en nuestras
vidas fue para nuestro bien.
No
espero convencerte de que no sigas molesto y decepcionado con Dios, pero de
algo si puedo estar seguro; Dios no se equivoca y así como padres terrenales
tomamos decisiones que a nuestros hijos no les gustan; Dios también toma decisiones
que a nosotros como hijos no nos gusta.
Yo
solo espero no fallar en una cuestión trascendental para superar todas las
pruebas y dificultades que me vengan; no quiero fallar en confiar en Dios,
porque si confío en Dios, estaré seguro que las decisiones que Él tome serán
para mi bien.
Señor, yo confío en ti, y declaro que tú eres mi Dios. Mi
vida está en tus manos; ¡líbrame de mis enemigos y perseguidores! ¡Haz brillar
tu rostro sobre este siervo tuyo! ¡Sálvame, por tu misericordia! Señor, no permitas que
sea yo avergonzado, porque a ti te he invocado. ¡Que sean avergonzados los
impíos! ¡Que enmudezcan en el sepulcro! ¡Que sean silenciados los labios
mentirosos, esos que hablan mal del hombre honrado y lo tratan con soberbia y desprecio! ¡Cuán grande es tu
bondad, la cual reservas para los que en ti confían! ¡Delante de todos la
manifiestas a los que en ti buscan refugio! En lo más recóndito de tu
presencia los pones a salvo de la maldad humana; les das refugio en tu
tabernáculo; ¡los pones a salvo de las malas lenguas! ¡Bendito seas, Señor! ¡Grande ha sido tu misericordia por mí!
¡Me pusiste en una ciudad fortificada! En mi angustia llegué a pensar que
me habías apartado de tu vista, pero tú escuchaste mi voz suplicante en el
momento en que a ti clamé. Ustedes, fieles del Señor, ¡ámenlo! El Señor cuida de quienes le son fieles, pero a los que
actúan guiados por la soberbia les da el castigo que merecen. Ustedes, los que esperan
en el Señor, ¡esfuércense, y cobren ánimo! SAL. 31.14-24 RVC
Dios
te siga bendiciendo.