Es una especie de paradoja que
millones de personas empiezan a vivir cuando están empezando a morir.
Dios nos ha llenado de promesas
que quiere que sean realidad, pero somos nosotros con nuestras actitudes que
retrasamos e incluso evitamos que Dios cumpla con sus promesas.
Hay quizá dos preguntas
fundamentales que todo ser humano debería responderse:
¿Has vivido una vida plena?...
Cómo dije antes hay promesas de Dios que para nosotros, no verlas cumplidas es
no vivir una vida plena, incluso hay millones de personas que ni siquiera
conocen a Dios ¿cómo vivirán una vida plena?
Si nuestra respuesta es negativa,
deberíamos autoreflexionar de qué no está bien en nosotros.
La segunda pregunta es: ¿has sido
motivo de felicidad para alguien?... Dios y nuestro prójimo son ese “alguien”
que debería formar parte importante de nuestras vidas, tanto así que Jesús
dijo: Y amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. MR. 12.30-31.
Son lastimosamente pocas las
personas que llegan a marcar nuestras vidas, digo “pocas” pues conocemos
cientos, incluso miles de personas a lo largo de nuestra vida, pero son
contadas aquellas que nos dejan huellas.
No debemos esperar a ser ancianos
para disfrutar la vida, eso debería ser nuestro diario vivir; aunque hay cosas
que debemos evitar por nuestro bien, otras las evitamos porque queremos evitarlo.
No esperemos hasta mañana deleitarnos en Dios y sus bendiciones, no nos
privemos de vivir plenamente, no esperemos al futuro para amar a nuestro
prójimo y bendecirlo.
Me gusta usar la imaginación y
pienso que quizá muchas personas se sientan extrañas al estar en el paraíso de
tanta dicha y plenitud, porque en esta vida se privaron de tantas cosas; no
seamos de esas personas.
La vida es hoy, no mañana; disfrutémosla.
¿No sabes por dónde empezar? Empieza por Dios: Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre SAL.
16.11.
Dios te siga bendiciendo.
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