El regalo de Dios

Dios nos entrega regalos… nos parecen demasiado maravillosos, tanto así que hasta nos da sentimiento usarlos. Pero Dios no nos da regalos para tenerlos guardados, el quiere que los usemos. ¿Cuantas cosas que Dios nos ha entregado aun están empaquetadas?

En cierta ocasión, mientras me dirigía hacia mi casa iba hablando en mi mente con Dios, pues tenia días de sentir en mi corazón que El me había entregado un don pero a mi me parecía como imposible, porque yo decía: esto es demasiado para mi, no lo merezco. E iba pensando en eso y diciéndole a Dios, cuando mis pensamientos fueron interrumpidos por su dulce voz diciendo: “Si a mi me plació entregártelo ¿qué?” jamás olvido esas palabras.

En lo personal creo que Dios disfruta darnos regalos, darnos dones, talentos y la buena noticia es que estos son irrevocables.

Puede ser que hace muchos años descubriste que eras bueno haciendo algo, notaste que Dios había colocado algo especial en ti, pero los meses, los años pasaron y ese regalo se fue empolvando por falta de uso, a tal punto que se ha descuidado totalmente, pero eso no significa que haya desaparecido. Si Dios te lo entregó, aun está en tus manos.

El llamado de Dios para tu vida aun cuando te encuentres lejos y no veas claro ese propósito déjame decirte aun está en ti. Es como un tatuaje, te acuerdes o no todo el tiempo de que lo tienes eso no determina que no esté en ti.

Si Dios te ha entregado algo no es para que esté guardado, es para que lo uses, nada de lo que Dios da se puede considerar como algo pequeño, sino mas bien tiene la cualidad de ser único. Disfruta haciendo lo que Dios te ha llamado a ser, no compares tu llamado ni tus dones con los de nadie, no creo que Dios diseñe dos regalos exactamente iguales para dos personas totalmente distintas, El es creativo.

Rompe el envoltorio, quizá represente tus temores, tus limitaciones, descubre lo que hay dentro si es que aun no lo has abierto y si ya lo abriste y lo has descuidado desempólvalo, ponlo en las manos de Dios y vuelve a brillar.

Porque las dádivas de Dios son irrevocables, como lo es también su llamamiento. (Romanos 11:29)

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