lunes, 30 de julio de 2012

Se cierran y se abren puertas


No es de ignorar que la vida muchas veces es dura y es sumamente difícil de sobrellevar las cargas. Pero tampoco es de ignorar que se puede vivir bien a pesar de que sea dura y difícil.

Hace poco estaba leyendo un artículo de personalidades famosas que fracasaron en su carrera muchas veces pero a pesar de eso no se detuvieron a pesar de haber fracasado una, dos o muchas veces más, hoy han alcanzado lo que por mucho tiempo y esfuerzo buscaron.

Es una cualidad digna de admirar. Y hoy me pregunto Si ellos se esforzaron y pesar de los fracasos siguieron adelante, ¿Por qué no hacerlo nosotros para la Gloria de Dios?

Muchos de los que leen esto, quizá hoy recuerden que están al borde de la quiebra, deudas por todos lados, hogares a punto de desintegrarse, enfermedades terminales, vicios que están lentamente destruyendo vidas. Pero mi punto este, y por eso lo escribo: Dios puede sacarnos de esos “hoyos” que caemos, o quizá en otros casos, nos tiramos.

Es sumamente frustrante esforzarse tanto para que después fracase, muchas veces me ha pasado y duele. Pero a pesar de todo eso, aquí estoy recordándote que saldrás de ese hoyo; en la vida Dios nos da muchas lecciones desde la más sencilla, hasta las más complejas y difíciles de superar.

El punto es no quedarse en el suelo, el punto es levantarse; sin duda otras oportunidades vendrán, quizá se cerró esa puerta hoy, pero más adelante se abra otra que sea la que Dios quiere que entres. Si quieres entrar en la puerta correcta y tomar la oportunidad ideal, confía en Dios; Él sabe exactamente cuál es la que acercará a cumplir tus propósitos.

Si puedo resumirte esto en pocas palabras es: ¡No te rindas!

Si otras personas fracasaron, lo volvieron a intentar y volvieron a fracasar, pero al final lo lograron. Porqué no seguir intentándolo y seguir adelante. Puedes sufrir humillaciones, derrotas, fracasos, obstáculos grandes; pero que nada de eso te detenga, ¡sigue adelante!

Bendice, alma mía, al Señor, Y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, Y no olvides ninguno de sus beneficios. El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; El que sacia de bien tu boca De modo que te rejuvenezcas como el águila. SAL. 103.1-5.

Dios te siga bendiciendo.

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